Otro año más, y van 20, este 17 de Octubre volvemos a conmemorar el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Desde 1993 y con esta conmemoración, Naciones Unidas quiere concienciar al mundo sobre la necesidad de erradicar la pobreza y la indigencia en todos los países. Este objetivo es un elemento fundamental del programa de desarrollo de las Naciones Unidas y un elemento central de los Objetivos de Desarrollo del Milenio que desde el año 2000 y hasta el 2015 pretendía (entre otras muchas cosas) reducir a la mitad la población que pasa hambre.

Pero las cifras que en estos días diversas ONGs y organismos internacionales nos dan como noticia, dicen que ese objetivo está muy lejos de ser conseguido a dos años del plazo marcado: la pobreza es cada vez más intensa y lleva camino de convertirse en algo crónico.

Nos hemos acostumbrado a relacionar pobreza con un concepto económico pensando en que quien la padece, sean personas, grupos, pueblos o continentes, tienen imposibilidad de acceso o carencia de medios para poder acceder a recursos básicos. Pero este sólo es el signo exterior más visible; donde se manifiesta en esencia la pobreza es en un aislamiento y marginación en la mayoría de los ámbitos en los que las personas nos relacionamos con la sociedad: educación, salud, vivienda, empleo, participación comunitaria… En definitiva la pobreza es una grave violación de los derechos humanos.

Por eso los movimientos sociales estamos hoy recordando no sólo las injusticias y las promesas/objetivos incumplidos que mantienen, perpetúan e intensifican un mundo de desigualdades y polarización social, sino también y sobre todo para exigir un reparto justo de riquezas que se visibilice en políticas públicas educativas, sanitarias, de empleo, vivienda, de cooperación, de igualdad, de servicios sociales… la lucha por la erradicación de las causas estructurales de la pobreza, la reducción de las desigualdades y la redistribución de la riqueza son ahora más necesarias que nunca.

Los derechos humanos o son universales, o no son.

Rosario López López, voluntaria de Médicos del Mundo Castilla-La Mancha

 


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