Como cada año desde hace ya 20, se ha inaugurado en el Centro Centro Cibeles la exposición del XX Premio de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña y se entregaron los galardones al fotógrafo ganador, Sergei Stroitelev, y a César Pastor Castro, Pablo Piovano y Tobi Binder, primer, segundo y tercer finalistas, respectivamente. La muestra, que se puede visitar hasta el día 5 de marzo, incluye también una retrospectiva de las fotografías ganadoras de las ediciones del Premio celebradas desde 1997.

En esta vigésima edición han participado más de 270 fotógrafos y fotógrafas procedentes de 45 países.

Sergei Stroitelev, a la izquierda, ganador de la XX edición y los finalistas Pablo E. Piovano y César Pastor Castro.

El acto fue presentado por la periodista Yolanda Álvarez, que pronunció unas emotivas palabras en recuerdo de Mercedes Navarro, Flors Sirera, Manuel Madrazo y Luis Valtueña, cooperantes de nuestra asociación que fueron asesinados en Bosnia y Ruanda “cuando hacían lo mejor que puede hacer el ser humano –indicó-, trabajar para ayudar a quienes más lo necesitan”, y en cuya memoria se celebra desde hace 20 años este premio de fotografía.

Como cada año desde hace ya dos décadas familiares de nuestros compañeros nos acompañaron para participar en el acto de entrega de premios. Su presencia incondicional nos honra, nos ayuda a mantener su recuerdo, nos reconforta, y nos hace sentir parte de una gran familia. Desde estas líneas nuestro profundo agradecimiento a la madre de Flors Sirera, Conchita Fortuny; a Nuria, hermana de Mercedes Navarro; Belén, hija de Manuel Madrazo, a Fernando, hermano de Luis.

Durante la presentación, Yolanda Álvarez se refirió a la denominada “crisis de los refugiados”, como protagonista de las últimas ediciones. “Como si fueran los refugiados quienes ponen a Europa en una situación difícil o en un aprieto, cuando en realidad son estas personas quienes sufren algo más que una crisis: huyen de las guerras, sufren el desarraigo y el desgarro de dejar a parte de su familia atrás, muchas veces; se juegan la vida en una lancha de goma sin saber nadar, a veces con bebés y con niños; llegan con vidas truncadas, cuando no rotas, y se tienen que rehacer y luchar para salir adelante”, denunció.

En esta edición se han visibilizado otras realidades “no menos trágicas”, y, según indicó, es bueno y necesario que estas imágenes “nos toquen el corazón, lleguen a esta sociedad que parece estar anestesiada, aletargada, acomodada”. Destacó, asimismo, la sensibilidad, la delicadeza, el respeto exquisito y el trabajo bien hecho con el que se han sabido retratar estas otras realidades.

El vicepresidente de nuestra asociación, Felipe Noya, también recordó a los cuatro cooperantes en cuya memoria se instituyó el Premio Luis Valtueña. Pese al tiempo transcurrido, hay una constante que, en su opinión, se ha mantenido durante estos 20 años: “el temor que las realidades que no se gustan a sí mismas tienen de que alguien las cuente. A veces, estas realidades reaccionan de manera compulsiva y es en ese momento cuando nos convertimos en testigos incómodos”.

El papel de la fotografía social

El ganador de esta edición con la serie “La casa de la luz”, el fotógrafo ruso Sergei Stroitelev, destacó el papel que desde su punto de vista tiene la fotografía social para servir de nexo entre quienes sufren y las organizaciones como Médicos del Mundo y ONG.

César Pastor Castro recibió la placa que le acredita como primer finalista acompañado por Nacho, el protagonista de sus imágenes. Para nosotr@s fue especialmente emocionante que la familia Utrilla pudiera acudir a Madrid para acompañarnos en este acto. Nacho es un niño de 7 años que tiene el síndrome de Hurler, una patología rara que afecta a una de cada 175.000 personas. A través de las imágenes de la serie “Hurler, la ecuación del gran Utrilla”, los acompañamos en la convivencia diaria con esta enfermedad. Pastor Castro explicó que su historia es “una historia de héroes, siempre luchando para que Nacho sea feliz”. “A día de hoy –dijo- apenas se visibiliza a las personas afectadas por enfermedades raras. Es muy duro no tener apoyo institucional. Es necesario que haya más investigación, que haya más solidaridad”.

Por su parte, Pablo Piovano, segundo finalista con su serie de denuncia de los efectos sobre la salud humana del uso de agrotóxicos, afirmó tras recoger su galardón: «hoy estoy aquí para traer una causa, no son fotografías sueltas”. “La Argentina se ha convertido en campo de experimentación –explicó-, con un uso bestial de la tierra, del agua, de la gente, del territorio; las corporaciones son dueñas de las semillas, de los alimentos, de nuestra salud y, por tanto, podría decirse que también lo son de nuestra libertad”.

El fotógrafo alemán Tobi Binder, tercer finalista de esta edición con «Peace Villages y sus niños y niñas», no pudo acudir a recoger su placa por encontrarse realizando un reportaje, pero nos envió un mensaje de agradecimiento en el que recordaba la necesidad de hacer todo lo posible para no olvidar a quienes están en una situación de mayor vulnerabilidad: a las personas enfermas y ancianas, y a los niños y niñas.

Las imágenes en baja resolución están disponibles en la página del premio en Flikr.

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