Son 5 las mujeres, cifra oficial, que han sido asesinadas por hombres en este primer mes de 2017. Y no nos olvidemos de una niña apuñalada por su propio padre como venganza hacia su madre. Y nos estamos olvidando de las que no entran en las cifras oficiales, aquellas mujeres asesinadas, maltratadas, violadas o vejadas por hombres, que no aparecen en las noticias y que nunca se contabilizarán como víctimas de violencia de género porque no son pareja o expareja de sus agresores.

Recientemente un caso ha conmocionado a la sociedad navarra: el asesinato de Blanca Esther Marqués a manos de su pareja, hombre, Francisco Javier Nieto. Ha conmocionado no solo porque parece que estas cosas no pasan aquí, sino porque nadie se lo esperaba. ¿En serio? ¿No nos esperamos las mujeres nunca que un hombre pueda agredirnos? Porque yo sí. Y esto no significa vivir con una sospecha permanente, ni con el miedo metido en el cuerpo, pero cuando vemos, leemos y conocemos la realidad, la triste realidad, es como para pensar que esto también puede pasarnos a nosotras, a nuestras hermanas, hijas, amigas, madres, etc.

Y es que esa misma triste realidad nos dice que la violencia contra las mujeres es una pandemia mundial (OMS 2013), en otras palabras, que esta guerra que los hombres llevan a cabo sistemáticamente contra nosotras tiene tintes de epidemia global.

Porque no nos olvidemos de la necesaria perspectiva, esto pasa en Burlada y pasa también en Michigan, en Burkina-Faso y en París, pasa en todos los lugares del mundo, a todas horas, porque el mensaje es claro: las mujeres somos menos que los hombres y no merecemos los mismos derechos (pocos o muchos), asi pues, somos violadas, quemadas o lapidadas, también somos mutiladas, somos obligadas a ser madres, o a no serlo, somos insultadas y humilladas, explotadas sexual o laboralmente.

Esta epidemia global, esta guerra, se libra en muchos frentes y en muy diversas formas. La más cercana a nosotras es esa en la que nos dicen que aquí, en el Estado español, ya hemos alcanzado la igualdad y que tenemos muchas leyes que nos protegen, que de qué nos quejamos, que somos unas radicales, que para horroroso lo que sufren las mujeres en otros lugares del mundo, pero que aquí los asesinatos que sí, que existen, son casos aislados de locos sedientos de sangre, o a veces, incluso, nosotras tenemos la culpa de que nos asesinen porque nos gustan los “malotes”. Respecto a eso de la violencia, pues si, también existe, pero que no nos olvidemos que también hay muchas denuncias falsas, y que flaco favor le hacen las mujeres que denuncian falsamente a las que si son maltratadas, así que, ojo, mujeres, si no te pegan duro, y quedan secuelas a la vista, no denunciéis, no vaya a ser que os acusen de falsas. Ahhhhhhhhh, y ¿¿¿y qué decir de que las radicales nunca hablamos de los hombres maltratados, y de que nos pasamos el día quejándonos de la mercantilización del cuerpo de las mujeres, de la publicidad sexista, de la pornografía y de los falsos cánones de belleza???, y sin pasar por alto nuestro lamento preferido: lo poco que hacen las administraciones públicas por apoyar nuestra lucha, por protegernos de la violencia, por reconocer que esta violencia existe y poner medios para erradicarla.

Porque somos nosotras las que nos inventamos esta violencia, porque nosotras solitas nos morimos, no nos asesinan, porque nos lo merecemos por malas, por brujas, por protestonas, por salirnos del tiesto.

Mientras, por cierto, a nadie le preocupa que nos asesinen, esta pandemia seguirá oculta a los ojos de quienes no quieran verla, pero cada vez somos más las que somos conscientes de lo que está sucediendo y, os lo advertimos, No Nos Callarán.

Yolanda Rodríguez Villegas, Presidenta de Médicos del Mundo Navarra

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