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CarmenNADANDO CON EL CORAZÓN CONTENTO

Yo no sé si existe o no el destino, lo que sí creo es que la vida tiene una mano sabia que nos va guiando en nuestro andar, y hay que dejarse llevar por ella. Yo, al menos, lo hago así y no puedo decir que me haya ido mal en la vida.

Cuando aquella tarde de enero salía del dentista con una muela de menos, me topé de manos a boca (boca dolorida y sangrante, todo hay que decirlo) con la sede de Médicos del Mundo, donde la paloma de la paz resaltaba sobre un fondo azul lleno de luz y de ilusionantes promesas. En mi ignorancia sobre el tema, desconocía la Organización, y quizás la confundí con otras de nombres y objetivos similares, pero llevaba tiempo rondándome por la cabeza la idea de colaborar con algún programa solidario y me lancé a aquella piscina azul sin mirar si había o no agua en ella. ¡Y ya lo creo que había agua! Tanta, que después de 10 años no he conseguido nadar más que una milésima parte de su recorrido.

Han sido 120 meses de enriquecimiento continuo, de compartir momentos con personas increíblemente hermosas, de reír y de llorar con ellas, de pasar frío y de pasar calor, de escuchar y de ser escuchada, de aprender a compartir, de trabajar en equipo, de conocer el valor de la solidaridad, de contactar con realidades terribles y mundos injustos para mi desconocidos, de madurar en mi pensamiento, de robustecer mis ideas, de recibir centuplicado lo poquito que he sabido dar.

Sólo tengo gratitud para expresar mis sentimientos después de estos años. He participado en varios de los proyectos de la Organización, todos de un enorme interés, pero lo más valioso de todos ellos son las personas que los desarrollan y los implantan.

Vivimos en una sociedad tan injusta, tan egoísta, tan obscenamente despilfarradora, en un mundo tan consumista, tan lleno de odios, de violencia y de rencores, que encontrar de pronto un equipo humano que dedica su vida a valorar lo que verdaderamente importa, que ha hecho de la lucha contra la injusticia su bandera, y que ama hasta el agotamiento al ser humano sólo porque es eso: humano, sin importarle su procedencia, su color, su cultura, sus creencias…. que encontrar, digo, a personas así, es como despertar a una realidad inimaginable, es como hallar un paraíso perdido en medio del océano.

Si tuviera que reducir mi sentir a una sola frase, recordaría aquella anécdota que muchas de las personas de Médicos del Mundo me habréis oído contar. Aquella niña de un colegio, alumna de 4º de Primaria, que cuando les pregunté cuál creían que era la recompensa que recibíamos las personas voluntarias, me contesto saliéndosele el alma por lo ojos: “Que te vas a tu casa con el corazón contento”

Pues así, con el corazón contento, celebro mis primeros diez años en Médicos del Mundo; y lo celebro nadando en su universo azul con toda mi gente, la que de verdad sabe valorar al ser humano, a la que quiero y con la que quiero seguir compartiendo vivencias por muchos años más.

Un abrazo enorme a todas ellas,

 

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