David Rengel: «La realidad es que sigo creyendo en la humanidad precisamente por la fe y la esperanza que me dan las personas que fotografío»

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David Rengel en la sede de Médicos del Mundo Sevilla.

Llegó el día de la entrevista a David Rengel, uno de los fotógrafos sevillanos finalistas del premio Luis Valtueña con su serie “Turismo Sucio”, que Médicos del Mundo otorga cada año. Un día gris, para un tema marcado por sombras y tenues luces de esperanza, una situación complicada, que permanece con el paso de los años a pesar de fuertes tormentas de fotografías que, como el ruido atronador del rayo silencioso, al principio conmocionan, pero rápidamente su efecto se va extinguiendo generando ese impacto impasible. Porque después de toda tormenta siempre vuelve la calma. No obstante, la disconformidad frente a la injustica, la humanidad, la solidaridad y el espíritu luchador por el cambio, abren un resquicio de luz entre esas nubes oscuras que cubren el mundo.

Este joven fotógrafo y documentalista, relacionado con el mundo cinematográfico desde hace más de 14 años, ha realizado numerosos proyectos en Asia, África, Centro América, y Europa con la colaboración de varias ONGs. Además es co-fundador de la ONG ANHUA, que tiene la finalidad de impulsar y contribuir a la difusión de conflictos olvidados y la difusión de problemas sociales, históricos y contemporáneos.

Pregunta: ¿Qué ha supuesto para ti participar en el concurso de fotografía Luis Valtueña y además ser finalista?

Respuesta: El Concurso de Luis Valtueña tiene un valor añadido muy importante, no solamente por las personas por las que está instaurado el concurso (un médico, una enfermera y un fotógrafo que perdieron la vida trabajando con Médicos del Mundo) sino porque está organizado por una institución que tiene unos valores muy importantes: la lucha por los Derechos Humanos (DDHH). Eso para mí certifica no solamente un prestigio, sino que la temática va a ser tratada como merece. Porque un fotógrafo responde por las personas que está fotografiando. Yo solo lo hago desde el mundo de la fotografía y ellos lo hacen desde el mundo de la práctica real. Eso es muy importante. Y es lo que hace que este premio tenga tanta participación a nivel internacional y tanto prestigio. No es solo un galardón.

P: ¿Por qué elegiste Camboya?

R: Yo ya tenía desde hace mucho tiempo el interés de ir a Camboya. El sudeste asiático siempre me ha interesado mucho. A nivel estético me parece muy bonito e interesante. A nivel geopolítico me parece más interesante todavía, es una zona muy convulsa, ha tenido muchas guerras, algunas de ellas muy violentas. En Camboya tenía un amigo, que ahora está en Nepal, Omar Havana. Él siempre me hablaba de Camboya, de que tenía que ir para allá porque me iba a encantar esa zona, su gente sobre todo. Finalmente decidí ir. Pensé  que en Camboya había cosas que contar que no se estaban contando.

P: ¿Crees que las fotografías de denuncia ayudan a tener una mayor concienciación en la sociedad que a lo mejor un artículo, por ejemplo?

R: Yo creo que son distintos y ambos muy necesarios. La foto puede tener una lectura más rápida, así como un primer impacto mayor, pero esa velocidad de lectura también puede llevarte al olvido instantáneo. El artículo te obliga a pararte. Pero sí es cierto que hay dos cuestiones. Leer es un acto que lleva conciencia propia directamente porque te obliga a pensar sobre él, hasta cierto punto quizás más que para una foto. Eso de que una foto vale más que mil palabras…no estoy de acuerdo porque aunque una imagen sea muy impactante y te pueda contar mucho, yo creo que tú necesitas saber más sobre esa foto, necesitas una segunda lectura y una explicación que no te lleve a equívocos, la imagen puede engañarnos. Si tú ves un niño o una niña en un vertedero, aunque sea un icono, tú necesitas saber realmente, en la sociedad en la que vivimos, algo más de esa historia, si puede tener una solución o no. Hoy en día el público está preparado para tomar parte en esa acción y como fotógrafos es obligación nuestra darle la opción, no solamente denunciar un hecho.

El problema que tiene la imagen, por desgracia muchas veces, es que es más repetitiva. En un mundo tan visual como el que vivimos la gente puede llegar a pensar que un niño muriéndose no es más que un niño muriéndose, otra vez, de esas 50.000 veces que han llegado a verlo, algunas personas se insensibilizan desgraciadamente, porque se han dejado insensibilizar, es su culpa no educar su mente y su corazón para estar abiertos a lo que sucede en el mundo, no es culpa de la fotografía. Un artículo mientras lo lees es capaz, a lo mejor, de darte un giro de alguna manera dentro de su narrativa. La fotografía cada vez intenta más eso. Por ejemplo, el mismo pie de foto es súper importante, necesario y obligatorio. Al igual que la historia introductoria, yo creo que tienen que ir juntos,  las palabras han de reforzar la imagen y la imagen tiene que estar a la altura de la historia y de las personas que retratas, una fotografía con palabras toma mucho más contexto y valor que una foto sola.

P: ¿Y en los vertederos de Camboya qué es concretamente lo que está pasando?

R: Aparte de todo el dinero que ganan algunos políticos y militares corruptos, lo primero que ocurre es, por un lado, explotación laboral de mayores porque les pagan poco, sin derechos, sin sanidad, sin opciones médicas, sin ningún tipo de derecho de contrato, ni puesto fijo. Al final es una mafia y lo peor de todo es la explotación infantil y el trabajo infantil.

El trabajo infantil es un tema tan delicado como el de la trata de mujeres. Yo estoy en contra del trabajo infantil. No podemos demonizarlo todo. Sobre todo porque lo que tú no puedes es ir contra las familias o contra las personas,  en países en desarrollo, que es lo que siempre se hace. Hay que ir contra los gobiernos o contra las instituciones que no dan soluciones, porque la culpa no es de la familia si se está muriendo de hambre.

Y ahí es donde entramos en el peligro. Si esa familia ve que llevando a su hijo o hija a trabajar va a conseguir que los turistas vayan y ya no le den solamente caramelos, sino que a lo mejor también le dan algo de dinero o comida, a las familias cada vez les interesa tener más a los niños allí trabajando..

No es ya solo una cuestión de trabajo o explotación infantil, sino que el propio turismo o las propias personas, nosotros, somos los que estamos haciendo que esto suceda y vaya en aumento. Porque las personas que solo ven negocio y dinero, no tienen respeto a los DDHH, les va a dar igual lo que esté ocurriendo por lo que van a montar un orfanato ilegal o van a tener a niños y niñas trabajando donde sea. El dinero manda.

P: ¿Y qué repercusión puede tener para los niños y niñas estar trabajando en los vertederos?

Fotografía perteneciente a la serie «Turismo Sucio» de David Rengel que muestra a los niños y niñas trabajando en los vertederos de Camboya.

R: Problemas pulmonares, cardíacos… así es como acaban la mayoría de las personas mayores que están allí. O pueden morir de infecciones por pinchazos porque allí hay de todo, tiran medicamentos, agujas infectadas de VIH, Hepatitis… enfermedades que aquí pueden tener cura, pero que allí es muerte segura. Las condiciones de salubridad en las que están son cero.

Luego en esos mismos vertederos puede haber explotación sexual. Ocurrió en el vertedero de Nom Pen, por ejemplo. Una de esas organizaciones, supuestamente benéficas, se usaba para atraer a niños y niñas en situaciones de dificultad económica, familiar…y abusaban sexualmente de ellos. Todas estas cosas, mientras los niños no estén bajo la tutela de las instituciones, van a seguir ocurriendo.

El ser humano tiene una gran capacidad de adaptabilidad a los problemas. Los niños, aunque sean niños y el trabajo sea duro, lo ven de otra manera. No lo ven como tú o como yo que consideramos que es una mierda de trabajo. Ellos jugaban allí. Eso les creaba una conciencia de que para ellos y ellas esa es su vida y es algo normal. Y esto es muy problemático también porque se van a acostumbrar a ese trabajo y cuando tienen 15 años ya piensan que esa es su vida y ahí se van a quedar, no van a intentar salir de ahí, y además a esto se unirá que no tendrán los recursos económicos para estudiar.

Existen organizaciones, que crean orfanatos o lugares de trabajo con niños y niñas de allí, que son falsas. Es un negocio que se aprovecha de personas que quieren hacer voluntariado y pagan un dinero por ir a estos lugares a “ayudar”. Eso es muy peligroso porque estás generando todo lo contrario de lo que deberías hacer. Pero yo creo que eso es responsabilidad de la persona que lo hace. Porque el que pone el negocio es como el explotador, pero no existiría un negocio si no hubiera una clientela. No existe algo si no existe gente que lo vaya a realizar o que quiera estar interesado en realizarlo. Y yo creo que esas personas tienen que tener una conciencia de si hacer ese tipo de turismo es lícito o no.

Cuando vi a los turistas bajándose del autobús pensé que había que denunciarlo. Al principio no hice ninguna foto porque no tenía muy claro quiénes eran esos chicos y chicas, de hecho eran todos médicos, podía ser un grupo de una ONG que venían a ayudar a los niños y niñas, pero la realidad es que solo iban de turismo, entonces flipé porque ya Omar me había hablado de que cada vez había más turismo así en todas partes del mundo.

Lo del autobús, se repite cada día, funcionan por un guía. Al principio hubo un par de páginas web que lo anunciaban, pero después de publicar el tema en el Washington Post quitaron la web, porque les fastidió. Esta cuestión también salía antes en la Lonley Planet y, de hecho, se anunciaba, “si quieres hacer turismo tienes que ver un orfanato”, es como parte de la guía turística y sinceramente un orfanato no me parece que sea una cuestión turística.

Estuve indagando, leyendo información sobre este tipo de turismo, que se hace en muchas partes del mundo este tipo de tour, por barrios, favelas… Y había un estudio que analizaba a las personas que hacían este tipo de turismo y decían que la mayoría eran de un grado alto de estudios o de dinero, y una vez que llegaban a casa,  esta actividad no había tenido mayor incidencia en ellos, no se habían dedicado a realizar labores sociales en ningún sitio, una experiencia puntual y se acabó.

Publiqué mi trabajo en el Daily Mail, y esto les molestó a los gobernantes de Camboya, justo coincidió la publicación con el momento en que llegaba Michel Obama en una ruta por Asia para luchar por los derechos de los niños y niñas. Me escribieron desde Camboya muchos periodistas con interés en la historia que había realizado, pero desgraciadamente no estaban interesados en las personas que trabajaban en el vertedero y los niños y niñas solo eran una cuestión de campaña mediática. Me dijeron que habían cerrado el vertedero a los turistas, después supe que seguramente no lo cierren al público, sino solamente a los periodistas, que es lo que siempre ocurre con este tipo de cosas, se cierra la información pero no se cierra el negocio.

P: Suponemos que fue esto lo que influyó a la hora de ponerle el título a la serie “Turismo sucio” y “Banalización del mal” a la imagen en concreto.

"Banalización del mal" perteneciente a la serie "Turismo Sucio" realizada por David Rengel.

«Banalización del mal» perteneciente a la serie «Turismo Sucio» realizada por David Rengel.

R: Si claro, me lo recordó una compañera, Nuria Mayoral, porque yo pertenezco a un colectivo solidario, la ONG ANHUA, y ella que es la presidenta dijo “esto es como la banalización del mal”. El hecho de que tú haces un acto horroroso, lo haces porque lo haces y no te das cuenta  o no quieres plantearte la implicación que tiene hacerte una foto con un niño o niña, banalizas un acto horroroso. Tenemos que tener conciencia de que nuestros actos tienen sus consecuencias directas sobre la persona con quien la hacemos, a un nivel que no podemos ni imaginar.

P: Ya que has nombrado la ONG, ANHUA, ¿podrías contarnos cómo surgió, en qué sectores se centra y cuál es su objetivo?

R: Justo después de hacer un curso en Solidarios para el Desarrollo sobre periodismo ético, me fui planteando las bases de lo que quería hacer y entonces decidí que ya estaba preparado para ir a una ONG y plantearle un proyecto serio. Esto lo realicé con Red Deporte y Cooperación, ellos necesitaban un documental sobre la vida de los refugiados saharauis y como el deporte les resultaba beneficioso, y yo llevaba toda la vida trabajando como cámara de cine me ofrecí a hacerlo.

En ese curso de Solidarios para el Desarrollo conocí a Álvaro, que es uno de mis mejores amigos. Él también era fotógrafo. Me dijo que tenía un proyecto muy interesante de recorrer el camino que hicieron Speke y Burton hasta el nacimiento del Nilo. Yo le dije que sí, con la condición de que  durante el trayecto realizáramos proyectos de denuncia sobre como había cambiado esa región de África en la actualidad, desde el momento en que Speke y Burton lo habían hecho. A él le pareció súper interesante.

Durante ese viaje estuvimos haciendo un reportaje sobre el tema de la malaria con Cruz Roja, y fue durante ese viaje cuando empezamos a plantearnos como salvaguardarnos egoístamente de alguna manera cuando hacemos este tipo de fotografías, de lo que Álvaro y yo consideramos como fotografía. Es una cuestión de retorno, que bien puede ser un retorno directo si consigues volver a ver a  esa persona o ayudando a una ONG que les apoye económicamente o dando parte de dinero. Un retorno que nosotros llamamos la visibilidad para la transformación social. Planteamos un proyecto concreto, una ONG que lo hace todo, ayudando a las personas del lugar a que realicen sus proyectos.

El mayor impulso nos lo dio un premio, el Revela, una gran iniciativa de Turó Acció Socio Cultural (TASC) y el Centro Cívico Can Basté. Las fotos que hicimos sobre el proyecto Memory Book  de la ONG Nacwola de mujeres en Uganda quedaron ganadoras y el premio consistía en una  cantidad de dinero que iba directamente a la ONG con la que trabajamos Nacwola en Uganda, gracias a este dinero hoy en día se ha terminado la primera fase de la Casa Esperanza.

A nivel de ONG, también estamos moviendo el proyecto “Planes de Futuro”. Somos solo 3 personas en la ONG, y casi todo el trabajo duro lo lleva Nuria Mayoral, conseguir financiación hoy en día es muy difícil. Por eso estamos agradecidos a todos nuestros colaboradores voluntarios, sin ellos Casa Esperanza no hubiera sido una realidad.

P: ¿Crees que la reivindicación humanitaria a través de la fotografía tiene buena acogida en los medios de comunicación?

R: Yo creo que no, que es secundario. El problema es que el tema humanitario lo es todo. El tema social, quizás no interesa mucho, sobre todo si no nos coge cerca, los medios tienen plataformas de difusión de noticias pero no plataformas de difusión de historias, hay una sobresaturación de violación de DDHH en el mundo, pero los medios de comunicación no transforman esa información en historias porque no tienen un interés económico para ellos. Aquí llegamos a dos líneas que son complicadas, y los medios actúan de una manera concreta, primero hay una información importante que contar, si hay dos temas de derechos humanos ¿cuál es más importante? Tendría que contar los dos. Pero para los medios, pasa a ser un cifra macroeconómica ¿Cuál nos va a dar más portadas o cual tienen más interés para la gente?

Yo intento tener cierta libertad, no estar obligado a contar algo. Con “Turismo Sucio” me he encontrado con una cosa buena y mala, y es que hay cierto punto de repercusión que tiene ciertas consecuencias y está bien, pero el interés al final no son las condiciones de vida de las personas que están allí o de los niños y niñas que están trabajando, sino el acto morboso de unos turistas que van a ver un vertedero, y eso es problemático. El periódico lo compra más por ese morbo que por el hecho de denunciarlo, por una cuestión de interés, y eso dice mucho sobre los medios de comunicación.

Hay temas que fotografío que se han contado toda la vida. Hay quien dice que hay que contar cosas nuevas. Pero si hago una foto de un niño o niña trabajando y han pasado 50 años y sigue ahí trabajando es porque algo estamos haciendo mal. Yo me voy a encargar de contar las mismas historias hasta que se acaben, y el día que se acaben pues genial, ya no tendré que contarlas más.

P: ¿Y qué te ha reportado a nivel personal y profesional el haberte dedicado a la fotografía social?

R: Yo creo que una de las primeras cosas es que te enseña a ver el auténtico valor de los sentimientos porque los sufres o los sientes de primera mano. El amor, la pasión, la muerte, la pérdida… aunque tú no la vivas aquí, la acabas viviendo con otras personas, o la ves delante de ti. La fotografía, es algo que te llevas, es algo que se queda dentro. Y cuando vuelves  a tu vida normal sigues en esa foto que has tomado si la hiciste con conciencia. A veces he sentido mucha desesperanza, he escuchado muchas veces que hay fotógrafos que se convierten en cínicos, otros que siguen esperanzados, es verdad que he pasado por todas esas fases. Yo a veces cuando hablo soy muy cínico y otras veces tengo mucha esperanza. Creo poco en la humanidad, pero la realidad es que sigo creyendo en ella, precisamente por la fe y la esperanza que me dan las personas que fotografío, porque en condiciones extremas muchas veces ellos tienen más esperanza que yo de su solución y eso te enseña mucho. Te enseña a tener mucho respeto sobre las personas que estás fotografiando, si el mundo sigue funcionando es porque hay muchas personas que siguen teniendo esa esperanza de cambiar para mejor.

A nivel humano me enseña que somos muy diferentes pero al final todos queremos lo mismo, ser felices y vivir en paz. Lo más importante para mi es que esas historias se cuenten, y mi misión es darles voz.

Desgraciadamente en la fotografía la mayoría de las veces siempre pierden las personas que están frente a la cámara, y lo importante aquí, es que ellas no pierdan.

Realizado por: Aurora Rubio García y María Sánchez Mellado

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