Una mirada a Mozambique, cinco meses después de la respuesta al ciclón Idai

Hoy 19 de agosto se celebra el Día Mundial de la Ayuda Humanitaria y hace casi cinco meses que el ciclón Idai golpeó Mozambique. Entonces los equipos de Médicos se desplazaron rápidamente a la localidad de Beira, epicentro del desastre natural. Encontramos un lugar devastado: más de 600 personas murieron en el país –a lo que se sumaron 344 en Zimbabue y 56 en Malaui- y miles se vieron obligadas a dejar sus pueblos tras perderlo todo. Sus casas, sus cultivos, sus herramientas, sus medios para continuar viviendo.

Hoy, con la tierra ya seca pero aún con 1,85 millones de personas afectadas que siguen necesitando atención humanitaria, recordamos la situación aprovechando el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, por el que cada 19 de agosto recordamos a quienes sufren las consecuencias de crisis y desastres y a quienes las atienden en estas situaciones críticas.

Después de este tiempo en el que hemos prestado atención sanitaria con más de 30.000 consultas, los profesionales de Médicos del Mundo han trasladado al personal local su experiencia para que sean estos quienes lideren esta asistencia a partir de ahora. Es la gente de Mozambique, que nos acogió, la que coge ahora el relevo con su conocimiento y con toda la esperanza para seguir adelante.

Tras el impacto de Idai, los centros de acogida atendían urgencias sanitarias, prestaban los primeros servicios de socorro y disponían el traslado de los pacientes más graves a centros mejor equipados. «Ahora estamos en una situación más o menos tranquila. La principal dolencia que atendemos es la malaria», explica Daniel Albano, enfermero contratado por Médicos del Mundo para prestar atención en el campo de desplazados de Djon Segredo, en Sofala, una de las zonas más afectadas por el ciclón.

Albano, de 20 años y recién graduado, sufrió como miles de habitantes la dureza de Idai, en un contexto ya de por sí muy precario –la mitad de la población de Mozambique vive por debajo del umbral de la pobreza-.

A estos profesionales les continúa preocupando «el estado de salud de la población, la escasez de comida y los niños», dice otro de los enfermeros de Médicos del Mundo, José Marques. Los datos corroboran que hay motivo de preocupación, aunque lo peor haya pasado: los casos de cólera casi alcanzan los 7.000 y los de malaria llegan a 60.000.

Conscientes de la situación de su país, las y los trabajadores humanitarios locales se ofrecen a continuar su trabajo con Médicos de Mundo ante el drama de miles de personas que, como ellos y sus familias, lo perdieron todo.

Hoy, desde el campo de reasentamiento de Ndeja/ Nuevo John Segredo, donde viven aún 270 familias desplazadas por el ciclón –unas 2.500 personas- alentamos al mundo a ser sensible ante catástrofes naturales, conflictos y situaciones de emergencia, y a ser parte de la solución cuando la vida de personas está en peligro, en Mozambique, en el Mediterráneo o en cualquier otro lugar