En 2013, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 30 de julio como el Día Mundial contra la Trata de Personas, con el objetivo de “concienciar sobre la situación de las víctimas de la trata de personas y promocionar y proteger sus derechos”.

Según los datos publicados en 2018 en el Informe Mundial sobre la Trata de Personas, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, aproximadamente el 70 por ciento de las víctimas de la trata son mujeres y niñas. Si atendemos concretamente a la prostitución, el Parlamento europeo calcula que hay entre 40 y 42 millones de víctimas, aproximadamente. El 80% de éstas son mujeres y niñas, de las que un 75% tienen entre 13 y 25 años

Desde el trabajo y experiencia de Médicos del Mundo, tanto a nivel Estatal como Autonómico, como organización que defiende el derecho a la salud, consideramos que tanto la trata con fines de explotación sexual como la prostitución son expresiones extremas de la violencia de género, y que son realidades indisociables de la violencia sexual, social y política. Como tal, suponen una vulneración sistemática de los derechos humanos y por ello, un atentado contra la dignidad y la integridad física, psíquica y sexual de las personas. Por este motivo, queremos aprovechar el Día Mundial Contra la Trata para profundizar sobre las consecuencias que tiene la prostitución para la salud psicológica de las mujeres prostituidas y víctimas de trata.

En la Comunidad de Navarra, desde el 12 de abril de 2018, la prostitución es considerada violencia contra las mujeres y niñas y una grave vulneración de derechos, incluida en las modificaciones de la Ley Foral 14/2015 para actuar contra las violencias machistas, siendo esta una ley pionera a nivel estatal.

Para hablar de la violencia inherente a la prostitución y la trata y sus graves consecuencias para la salud física y psíquica de las mujeres prostituidas, contamos con la colaboración de Laura Redondo, psicóloga jurídica, forense y doctoranda en violencia sexual, que nos ayudará a profundizar precisamente sobre las consecuencias que la prostitución tiene en la salud psíquica.

Diversos estudios mantienen que existe una estrecha relación entre la entrada en la prostitución y haber vivido una historia previa de violencia sexual en la infancia y/o adolescencia. A nivel psicológico, ¿en qué estado crees que llegan, las mujeres al momento de entrar en la prostitución?

Más que el estado mental en el que llegan, es por el que llegan. Hay una relación clara entre determinados estados de vulnerabilidad y caer en las redes de las mafias que se dedican a la captación de seres humanos. Dentro de estos factores de vulnerabilidad suele hablarse de los socioeconómicos (pobreza, por ejemplo), y se suelen dejar de lado los psicológicos. Dentro de estos solemos observar un proceso de deshumanización (pérdida de sentimiento de dignidad) previo, y una serie de factores que disparan el riesgo como sufrir maltrato o violencia sexual. De hecho, las víctimas de violación suelen describir su vivencia como “romperse”, y en relación a las secuelas sienten que lo han perdido todo, incluso a ellas mismas. Es un atentado no solo a la dignidad y libertad humana, sino que en etapas tempranas también limita un sano desarrollo psicosocioemocional. En base a esto, quienes captan a las mujeres lo hacen sabiendo que cuanto más fragmentadas psicológicamente estén más sencillo será llegar a explotarlas.

Y, en el caso de las mujeres que logran abandonar la prostitución, ¿en qué estado psicológico se encuentran?

Si bien cada caso debería ser analizado de manera individual, encontramos una tendencia a encontrarnos con un cuadro compatible con un estrés postraumático. Es decir, padecen síntomas como reexperimentar los abusos que han sufrido, o evitar ciertas actividades o cuestiones que les recuerden lo vivido, lo que les puede dificultar tener relaciones psicoemocionales satisfactorias y, obviamente, relaciones sexuales. También presentan alteraciones cognitivas y de estado de ánimo e, incluso, pueden llegar a sufrir la incapacidad de sentir emociones positivas. Por supuesto, tienen una respuesta adaptativa al trauma sufrido, ya que no deja de ser una situación traumática que se ha mantenido en el tiempo, y tienen respuestas que van desde no poder dormir hasta tener comportamientos autodestructivos.

Sin embargo, también hay víctimas que en ese momento sufren una especie de bloqueo, o de negación de la situación, como respuesta adaptativa. Es decir, las personas no dejamos de ser animales diseñados para la adaptación y la supervivencia, y cuando estamos ante una realidad a la que no nos podemos enfrentar, nuestro cerebro pone en marcha distintos mecanismos que distorsionan la situación para amortiguar el daño producido por aquello que estamos viviendo.

Por eso, justo cuando las mujeres salen de la prostitución es un momento clave, donde deberíamos asegurar unos cuidados específicos ya que es cuando mayor probabilidad hay de que se vengan abajo, que vuelvan a la prostitución, que sufran distorsiones o incluso intentos de suicidio.

Necesitan ayudas de profesionales desde distintas disciplinas para poder recuperarse y poder reinsertarse en la sociedad, pues no podemos olvidar que en la mayoría de casos vienen de un área marginal a nivel social bien por el aislamiento vivido, por pertenecer a otros países, por la situación a la que se han visto sometidas, etc.

Más del 90% de las mujeres que están en situación de prostitución en España son mujeres migrantes. Estar en un lugar distinto a su país de origen, ¿puede suponer una dificultad añadida para ellas?

Sin duda. Siguiendo el concepto de vulnerabilidad que comenté anteriormente, y que es fundamental para comprender esta problemática, este sería otro factor de riesgo que aumenta la vulnerabilidad. Precisamente el ser migrante implica factores de riesgo añadidos, desde la falta de apoyo social o aislamiento que dificultan solicitar ayuda, la dificultad para notificar las agresiones; hasta la propia situación de ilegalidad en el país de destino sumado al chantaje de hacer daño a la familia, o la dependencia de miembros de la familia del dinero que las víctimas les mandan. No olvidemos que en estos casos suelen venir engañadas en muchas ocasiones, buscando una vida mejor, y renuncian a mucho. Todo esto resulta en un efecto acumulativo que hace difícil no solo salir, sino incluso darse cuenta de la propia situación en la que viven.

Asimismo, a nivel psicológico también afecta. No es lo mismo movernos en un entorno conocido que en un entorno desconocido. De hecho, esto lo saben muy bien las mafias y los proxenetas, quienes usan estrategias como decirles que no están amparadas por la ley, por ejemplo. Al no tener información alternativa se lo pueden creer, sumado al miedo. Por eso la labor de concienciación y de información sobre los derechos son pasos previos básicos.

Amelia Tiganus ha reconocido en diversas ocasiones que en su caso hubo una construcción de ella como mujer prostituida por parte de su entorno a través de los abusos continuados que sufrió en la adolescencia. ¿Es posible que, tras sufrir abusos continuados, las mujeres podamos percibir el sistema prostitucional como una oportunidad para ocupar el lugar en la sociedad que creemos que “nos corresponde”?

Sin duda la historia y el trabajo de Amelia, activista feminista a la que admiro por su fuerza y dedicación en la lucha por los derechos de las mujeres, refleja muchas cuestiones que vemos desde la investigación. No podemos perder de vista que las supervivientes como ella son una voz necesaria en la visibilización de la problemática y en la lucha por la liberación de las mujeres prostituidas. Y efectivamente refleja esa deshumanización previa y esa situación de vulnerabilidad que suele utilizarse para lograr la captación. La cuestión no es solo lo que las mujeres perciben, es lo que se las hace percibir, pues hay una manipulación en la que creen elegir ser explotadas. Incluso se llega a convencer de que la explotación sexual es una manera de empoderamiento para así blanquear lo que realmente subyace, como convencer de que ser esclavo es el trabajo ideal. Y no solo eso, es tan perversa la construcción de este engaño que se vende la explotación sexual, al igual que la sexualización de la mujer, como una vía legítima de poder, vetando a la par otras vías de tener poder alternativas. Es decir, se genera un pensamiento mágico o distorsiones cognitivas de que vendernos nos hace poderosas. Es un lavado de cerebro a gran escala para mantener el negocio más antiguo del mundo: la explotación de la mujer.

Recientemente, en una entrevista en Público, vimos como señalabas que las mujeres en situación de prostitución con frecuencia, inconscientemente caen en una normalización de las conductas violentas, ¿En qué consiste esta reacción y por qué se genera?, ¿tiene consecuencias psicológicas?

Tenemos que partir siempre de que nos guste o no somos animales diseñados para la adaptación al medio a nivel evolutivo. Esto implica que, de manera inconsciente, ante determinadas situaciones se activan mecanismos de defensa porque de otra manera nuestra mente colapsaría. Por ejemplo, automatizamos proceso por ahorro cognitivo. Pues cuando estamos ante conductas violentas que no tenemos capacidad o recursos como para hacer frente (como es estar en una situación de explotación sexual) el cerebro tiende a infrapercibir la situación que está ocurriendo. Como cuando dejamos de escuchar un ruido con el paso del tiempo porque nos acostumbramos. Solo que en este caso estamos hablando de la vivencia de una grave violación de derechos humanos que atenta contra la dignidad humana. Por tanto, lógicamente se generan secuelas como se pone de manifiesto cuando se ven Trastornos por Estrés Postraumáticos en las supervivientes. Es decir, la normalización de la violencia es un fenómeno de la mente para defenderse de la situación que se está viviendo, que se deriva trágicamente en que luego dificulta reconocer la situación en la que la mujer prostituída se encuentra. Pero lo que genera secuelas es la explotación sexual en sí, pues no dejamos de hablar desde violaciones a maltrato, chantajes o secuestros.

También hablabas de la disociación cuerpo-mente que realizan las mujeres en situación de prostitución a la hora de ejercer. En una de las investigaciones de Melissa Farley, incluida en la exposición de “Mentiras y Realidad” sobre prostitución de Médicos del Mundo Navarra, una de las mujeres prostituidas comentaba: “Cuando estoy trabajando el verdadero yo no existe. Gradualmente, el “personaje” prostituta y la caracterización que nos fuerzan a tomar, puede ocupar cada vez más y más espacio…”. ¿Es este el tipo de disociación al que te refieres?, ¿qué consecuencias se derivan de desconectar de una manera reiterada ese “cuerpo y mente”?

Como decía antes volvemos a hablar de fenómenos de adaptación psicológicos. Aquí el dicho “si no puedes con tu enemigo, únete a él” se materializa. La utilización de un personaje no deja de ser un mecanismo de defensa, de preservación del yo, para tratar de mantenerlo a salvo. Esto no deja de reflejar lo desgarrador que resulta ser el personaje, no solo escenificarlo. La disociación implica una desconexión de la mente del cuerpo por no poder confrontar la realidad, lo que refleja la dureza de la misma. Como podemos empatizar, tener que renunciar a aquello que somos y fragmentarnos tiene consecuencias. La propia disociación está tipificada como un trastorno cuando se acompañan de otros síntomas como pérdidas de memoria, sensación de separarse de una misma, incapacidad de sentir emociones positivas, sentir la realidad como una distorsión, tener un sentimiento de confusión respecto a la propia identidad, incapacidad de afrontar la situación presente por estrés emocional; y además, acompañarse de problemas como depresión, ansiedad, e incluso intentos de suicidio. Como vemos, la disociación es un síntoma que puede ser la punta del iceberg que refleje un cuadro de psicopatología severo.

¿Crees que esa necesidad de evadirse puede derivar en el consumo abusivo de alcohol, drogas o medicamentos?

Sin duda. De hecho la disociación y el uso de drogas cumplen la misma función, que es la de limitar la percepción (infrapercibir) la realidad actual, dada su dureza. Además, el acceso fácil en nuestra sociedad hace que sea una fuente de evasión. Y si bien en general solemos normalizar su consumo y utilizarlo en mayor o menor medida, el consumo se dispara en mujeres prostituídas. Ya sea debido a que les obligan a hacerlo para no presentar resistencia ante la vivencia de agresiones o abusos, ya sean ellas para tratar de sobrellevar esa realidad, donde no solo se hace insoportable el qué, sino el dónde (sitios la mayoría de ellos que no cumplen las condiciones de salubridad e higiene), y cuándo (pues hablamos de jornadas sin descanso, de no tener días de libres, etc). Es decir, son condiciones inhumanas de esclavitud.

La traumatóloga Michaela Huber comenta que “para permitir que unos extraños penetren tu cuerpo, es necesario extinguir ciertos fenómenos naturales: el miedo, la vergüenza, el asco, la extrañeza, el desprecio y la auto-culpabilización ”. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación?

Si hablamos de la necesidad de desconectar y fragmentarse estamos de acuerdo. Nadie nace para sufrir vejaciones ni humillaciones, por tanto hay un aprendizaje que incluye poner en marcha estrategias de defensa. Como vemos, volvemos a la necesidad de alejarse del yo, de disociarse o evadirse. Y volvemos a comprender cómo no es una situación sostenible por un ser humano. Nos están haciendo creer que las personas pueden funcionar como robots con discursos neoliberales que blanquean la realidad: Solo se puede vender como mercancía a un ser humano que deshumanizas y conviertes en objeto, despojándolo de su dignidad. Porque jamás un ser humano en su dignidad se ve privado de su ser ni necesita alejarse de la realidad por no ser soportable. Y porque por mucho que trates como un objeto a una persona no deja de ser un ser humano, de ahí que se desarrollen secuelas, en no pocos casos severas.

En el Diagnóstico participativo que se hizo en el año 2017 desde Médicos del Mundo Navarra también se puedo ver como una de las demandas de las mujeres en situación de prostitución era la necesidad de una atención psicológica. ¿Crees que es importante esta demanda?, ¿qué formación específica debería ser indispensable para los y las profesionales que lo desarrollasen?

La atención a las mujeres supervivientes es fundamental. Pero no podemos caer en el error de funcionar solo como un mero sistema paliativo. Es decir, no puede ser que las exploten y les ayudemos a sobrellevar la explotación. Debemos, sin retirar el apoyo, tratar de eliminar el foco del problema que es la explotación de la mujer. Esto se ve más claro cuando hablamos de maltrato, por ejemplo. ¿Deberíamos atender psicológicamente a una mujer que su pareja la maltrata, sin hacer nada para que salga del maltrato y dejando que este se siga produciendo? Nos escandalizaría. Por supuesto es una temática sensible, y no se trata de decidir por nadie, pero sí de apoyar de manera global. Desde los profesionales tenemos claro que el apoyo lo es casi todo en casos de violencia. Precisamente por eso, tal y como preguntáis, es indispensable tener una formación especializada para estar al frente de los dispositivos de atención a víctimas. Yo aquí diferencio claramente dos dispositivos desde la Psicología: La parte psicojurídica de evaluación y atención a víctimas dentro del proceso (donde la formación sería la Psicología Jurídica Forense, la intervención social, y formación específica en violencia, sobre todo violencia de género) y la del apoyo psicológico para lograr su recuperación (donde la formación es la de la rama sanitaria y clínica, teniendo también que tener formación específica en violencia). Sin embargo, pese a que desde los profesionales tenemos clara esta diferenciación por roles, aún no ha calado en la sociedad. Y por supuesto, el resto de las disciplinas (desde la medicina, trabajo social, fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, hasta dentro de la rama de la justicia los jueces, abogados y fiscales…). Es decir, todo profesional debe estar especializado.

Uno de los debates abiertos dentro del feminismo y de la sociedad en general es si puede considerarse la prostitución como un trabajo más. Como psicóloga, ¿cuál es tu opinión al respecto?

Efectivamente, el debate está abierto y nos queda mucho por debatir y por avanzar. Por tanto, os invito a reflexionarlo: ¿Podemos regular la explotación, sabiendo las secuelas que produce?,¿Podemos llamarle trabajo a someterse a una situación que nos provoca alejarnos del yo, de lo que somos, que nos deshumaniza?,¿Podemos llamarle trabajo y volver a legalizar la esclavitud sexual donde millones de mujeres en el mundo son vendidas como mercancía, tratadas como objetivos, y hacinadas en campos de explotación humana?. Desde luego mi respuesta, como férrea defensora de los derechos humanos como profesional, es un rotundo no. De hecho, cuando en un trabajo se generan secuelas esto se considera un delito y se persigue.

Es más dentro del análisis que socialmente tenemos que hacer consideremos dos cuestiones clave: La primera de ella es el objetivo de la medida a tomar, que a mi parecer debe ser el de ayudar y apoyar a las mujeres; el segundo elegir la medida más eficaz, es decir, una práctica social basada en al evidencia. Pues bien, en base a estas cuestiones si queremos ayudar a las mujeres prostituídas de la mejor manera e implementar la medida más eficaz para hacerlo se hace necesario defender la abolición de la prostitución. Sin embargo, determinadas sectores se han encargado de difamarla, por ejemplo, tergiversando que querer acabar con la prostitución es atacar directamente a las mujeres prostituidas, lo cual es como decir que quien quiere acabar con la explotación laboral ataca a los trabajadores. Otra distorsión clave es decir que legalizar la prostitución mejoraría las condiciones de las mujeres y las ayudaría, como si legitimar la esclavitud mejoraría la vida del esclavo, en vez de luchar porque deje de serlo y sea un ciudadano libre, como ya se hizo con la abolición de la esclavitud hace siglos. Asimismo, se da un uso perverso de la definición de trabajo, dado que esta es la de realizar una actividad a cambio de una compensación de carácter económico. Por tanto, la prostitución podría perversamente aceptarse como trabajo desde una visión neoliberal donde la transacción económica prime sobre los derechos humanos. Precisamente, el quid de la cuestión radica en hacer ese trabajo legal, pues sin preservar la dignidad no puede aceptarse un trabajo como legítimo. Si un trabajo fuera dejarse maltratar o matar a cambio de dinero, ¿Sería ético considerarlo válido? Desde luego, no en una Sociedad que defienda los derechos humanos. Por tanto, estaríamos hablando de blanquear violaciones y maltrato a cambio de dinero y es inadmisible. Pese a que esto suele percibirse como exagerado no lo es en absoluto, pues debemos tener en cuenta, y esto es muy importante, que los puteros no buscan sexo en sí, sino que la investigación ha puesto de manifiesto que en gran medida sus motivaciones son la de ejercer el poder, dominar e incluso dar rienda suelta a su sadismo con mujeres. De ahí que el modelo que defiendo sea el abolicionista centrado en las supervivientes, pues la prioridad debe ser la atención a las víctimas o supervivientes desde el primer momento. Y para esto se requieren medios e inversión, frente a las ganancias que la legalización supondría a costa de estas mujeres, lo que también hace que muchos sectores con intereses defienden legalizarla pese a que sea condenarlas y no ayudarlas como la comparativa a nivel internacional también señala. Además, no podemos dejar de lado que la prostitución es uno de los grandes baluartes de la desigualdad que se ha utilizado a lo largo del tiempo para someter a las mujeres a la par que se las explota lo que resulta en muchas ganancias. De ahí que no pocos sectores que la defienden suelan tener intereses directos o indirectos.

¿Consideras que no existe otro trabajo con las consecuencias psicológicas que hemos comentado hasta el momento?

Por desgracia, la recesión económica ha hecho que existan muchos trabajos en condiciones inhumanas, pero lo cierto es que ninguno se compara a la explotación sexual que sufren las mujeres, dado que las áreas de afectación son numerosas. De hecho, una de las problemáticas que mayores secuelas dejan es el acoso laboral, pues es maltrato moral, y puede incapacitar a la persona de manera severa, dado se le limite una de las áreas de autorrealización. Pues en este caso hemos de contemplar la vivencia de violaciones, maltrato físico, psicológico y/o sexual, los chantajes, humillaciones o el miedo. De hecho otro sesgo es la idealización de los actos a los que una mujer prostituida se ve obligada como si fuera disfrutar del sexo, cuando estamos hablando de diferentes actos de violencia (se pega, ahoga, etc.) de humillación (orinar o defecar encima), o de prácticas sin ningún tipo de empatía donde se trata como un mero objeto y da igual que le hagan daño, llore, o quiera parar, pues el dinero lo perciben como un cheque en blanco a hacer lo que quieran sin límites en  no pocos casos. Como comprenderemos esta exposición extrema es lógicamente motivo de secuelas y no se compara a otro trabajo. De hecho, cuando en algún trabajo tan solo se acerca a provocar o desarrollar estas secuelas es perseguido por ley. Los profesionales que trabajamos en la psicología forense con temas de acoso laboral, vemos que cuando un trabajo desemboca en desarrollar cuadros de afectación psicopatológica se persigue porque eso no puede ser válido, ni consentido, ni legitimado a nivel social, pues es violencia. Además, tenemos que pensar en dos cuestiones fundamentales: el trabajo debe desarrollarnos y si legalizamos que el maltrato pueda ser blanqueado a cambio de dinero, estaríamos permitiendo la perversión de violar derechos humanos primando al mercado frente a éstos.

 

Françoise Heritier dijo que decir que las mujeres tienen derecho a venderse, es ocultar que los hombres tienen derecho a comprarlas. ¿Saber que estás siendo comprada tiene consecuencias psicológicas para las mujeres?

Totalmente de acuerdo. El foco debe estar no en ellas, sino en ellos, y en por qué y para qué consumen mujeres. Por supuesto cuando ves que te ponen valor como a una mercancía esto te deshumaniza también, hasta el punto de que llegan a creer que valen poco, que no valen para más, que es una salida en la que acabarán ganando y todo habrá merecido la pena, pero ese momento nunca llega. Como hemos hablado la mujer ante la situación de explotación que vive pone en marcha, de manera inconsciente, determinados mecanismos de defensa psicológicos. Esto implica que la consciencia de la situación en la que se vive disminuya. Curiosamente, aquello que las protege a medio plazo hace que a largo sea más difícil que asuman su situación y que incluso quieran recibir apoyo. Debemos ser conscientes de que su situación no es fácil, y no debemos sobreproteger ni tomar medidas proteccionistas, sino dotar de herramientas y recursos que amplíen su red de apoyo y que puedan ser atendidas de manera médica y psicológica cuando lo necesiten, y que tengan alternativas para salir de su situación, contando con protección, ayudas sociales, formación y recursos para buscar medios económicos, etc. De hecho, esto es lo que busca el abolicionismo, la ayuda en su globalidad a estas mujeres. Curiosamente, quienes quieren regular la prostitución se apoyan, y creo que no pocos casos con buena intención, que así serían mejor atendidas. Y es importante resaltar que esto no es cierto, como se ha puesto de manifiesto con la comparativa en otros países. Es el cuidado de hoy y la esclavitud para el mañana.

Poniendo el foco en los prostituyentes, que les dirías a aquellos hombres que se puedan estar planteando  “contratar” (comprar mujeres) los “servicios” de un mujer prostituida?

Lo primero que les diría es que no les culpo de que se lo planteen. Nadie se salva de haber tenido una socialización sexista y machista. La construcción de la identidad de las personas a través del género nos fragmenta, y en vez de dejar que nos desarrollemos a nivel social como personas libres, sin las cadenas de lo masculino y lo femenino, nos vemos limitados por la educación y el entorno como en un ajusticiamiento de procusto. Por tanto, la llamada masculinidad tóxica se genera en nuestra sociedad como un virus social que envenena no solo su propio ser, sino sus relaciones. Por eso los hombres no son el enemigo, sino que lo es el machismo y el sexismo, y la división por géneros que nos limita. Y ellos, nosotras, las personas en su conjunto, debemos tomar partido si queremos una sociedad más justa y humana, y unas relaciones más sanas y satisfactorias. Y esto no puede lograrse comprando mujeres y reduciéndolas a objetos que satisfacen fantasías, en muchos casos a través de la ejecución de modelos pornográficos basados en la sumisión, el sadismo, la agresión normalizada y la renuncia a parte de nuestra humanidad. No olvidemos que todo lo que hacemos a los demás tiene un precio psicológico en ellos y en nosotros. Y creo que deben tomar conciencia de que si consumen mujeres se convierten en parte del problema, pues sin demanda no habría explotación. Y no se puede tener una relación sana con una mujer cuando se las percibe como objetos y se las agrede, porque en esto como tratas a unas las concibes a todas en mayor o menor medida. Debemos tomar conciencia que nada justifica agredir, por muy normalizado que se tenga.

¿Se puede hablar de una doble victimización de las mujeres prostituidas, por tener que añadir a la realidad vivida el estigma social que lleva asociado?

Las mujeres prostituidas sin duda sufren una multivictimización. Las supervivientes suelen tener problemas de integración, carencia de redes de apoyo, y sobre todo cuando hablamos de menores esto se incrementa. No podemos olvidar que encontramos edades de inicio aproximadamente en los 13 años. Pero lo primero que debemos hacer para ayudarlas realmente es confrontar la realidad en la que viven, que no es elegida libremente. De hecho, debemos tener presente que en muchos casos el consentimiento está viciado, pues tal y como el Código penal internacional establecía en el 2011 no puede aceptarse un consentimiento dado en una situación de vulnerabilidad. Por tanto, no podemos blanquear la explotación como libre elección. No solo porque no lo es, sino porque entonces nos volvemos cómplices y le damos la espalda al problema. Y la minoría de edad, la deshumanización provocada por los malos tratos y la violencia sexual, los engaños a los que se ven sometidas, etc… hacen que sufran una victimización muy severa. Pero el verdadero estigma viene antes, cuando se trata de puta a alguien hasta que se la convence de que lo que es. Y eso es lo que debemos tratar de erradicar. Desde el lenguaje, dejar juzgar a las mujeres por cómo visten, qué hacen, juzgarlas a través del honor y no como personas con plenos derechos, etc. Por eso debemos tener claro que para apoyarlas de manera efectiva son necesarios profesionales especializados, redes de apoyo, sistemas de atención, evaluación y apoyo psicológico. Pero también una sociedad guiada por la ética y la conciencia social. Nos queda un largo camino, pero debemos apostar por un modelo social que se base en la evidencia, y no en la ocurrencia. Debemos abogar por un análisis real de necesidades y darles respuestas desde lo que sabemos que funciona a través de la investigación. Porque de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Y de lo que se trata es de apoyar de manera efectiva, no de condenar a nadie.

¿Te gustaría destacar algo como mensaje final?

Me gustaría destacar la necesidad de visibilizar la realidad y de no blanquearla. La única manera de mejorar la realidad es verla, aunque sea cruda y aunque duela. Y para mejorarla necesitamos visibilización, sensibilización e invertir medios. Se necesitan muchas voces que sumen, y aunque a veces sea desmotivante estamos andando mucho camino a nivel social desde el feminismo, profesionales, activistas… Las resistencias son parte del proceso e implica que algo estaremos haciendo bien.

Muchísimas gracias por apoyarnos en desarrollar una mirada crítica hacia las causas y consecuencias de las desigualdades y las injusticias relacionadas con la prostitución.

Gracias a vosotras por vuestro trabajo y por visibilizar esta temática desde una visión técnica. En una época de tanta manipulación en medios debemos apostar por avanzar y defender los derechos humanos frente al neoliberalismo que nos nubla la visión en muchos temas. No dudemos que cada día más personas remamos juntas hacia la igualdad.

 

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