Las mutilaciones genitales femeninas. Parte I. Introducción

MGF

Las mutilaciones genitales femeninas vistas por Sylvanie, una mujer negro-africana.

África bastión de las MGF.

En la mayoría de los países africanos o, mejor dicho, en el seno de muchas etnias africanas, la etapa de la pubertad da lugar a un montón de ritos que forman el único tejido educativo. Los ritos de nacimiento y de infancia introducen al niño en la comunidad corporativa, pero esto es sólo una introducción. “El niño es un ser pasivo y aún le queda mucho camino por recorrer antes de entrar en la etapa adulta de forma física, social y religiosa: se trata de un cambio de una posición pasiva a otra activa en la sociedad” (1). Es en nombre de éstos ritos y ceremonias de iniciación que la mayoría de las niñas de estos países africanos son víctimas de la Mutilación Genital Femenina (en adelante MGF). “La MGF es un intento de conferir un rango inferior a las mujeres, al señalarlas con esta marca que disminuye y les recuerda constantemente que sólo son mujeres, inferiores a, los hombres, que ni siquiera tienen ningún derecho sobre su propio cuerpo ni a realizarse física o espiritualmente… Así como podemos considerar la circuncisión masculina como una medida de higiene, sólo podemos concebir la escisión como una medida a infundir en la mujer sentimientos de inferioridad” (2).

Se calcula que más de 130 millones de niñas y mujeres en el mundo han padecido algún tipo de mutilación genital femenina. Cada año 2 millones de niñas son mutiladas.

Todas las Organizaciones Internacionales rechazan esta práctica y en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer promovida por Naciones Unidas se manifestó que el respeto a la diversidad cultural en ningún caso, puede admitirse como un ataque a los Derechos Humanos.

La MGF va en contra de numerosos Acuerdos Internacionales que protegen los Derechos Humanos.

La MGF es un acto de violencia que produce daño y sufrimiento físico, sexual y psicológico en las mujeres y niñas.

La MGF tiene efectos negativos en la salud de las mujeres y niñas, con consecuencias físicas y psicológicas inmediatas y a largo plazo, que pueden llegar a provocar la muerte.

A pesar de la dificultad de realizar estimaciones precisas por falta de datos oficiales, según la OMS y distintas investigaciones, afirman que estas prácticas se realizan al menos, en 28 países africanos, en algunos países asiáticos y en Oriente Próximo, se ha constatado que en los EEUU, Canadá, Australia y Europa, según algunas fuentes, el número de víctimas, se acerca de 60.000 y a 20.000 el número de mujeres y niñas en situación de riesgo, también se llevan a cabo las MGF en el seno de las comunidades inmigrantes de esos países incluido España.

Cualquier MGF en cualquier grado (clitoridectomía, escisión e infibulación), constituye un acto de violencia contra la mujer, supone una violación de sus derechos fundamentales, concretamente el derecho a la integridad personal y física y a la salud mental, así como de sus derechos sexuales y reproductivos y que dicha violación en ningún caso puede justificarse por el respeto a tradiciones culturales de diversas índoles o por ceremonias iniciáticas.

La universalidad e indivisibilidad de los Derechos Humanos recogida ya firmada por todos los Tratados Internacionales en la materia y, de manera especial, los derechos de las mujeres, son el objetivo de los ataques del relativismo cultural radical, que en su forma más extrema, considera la cultura como la única fuente de legitimación moral; así los derechos de las mujeres, las jóvenes y las niñas se ven amenazadas en nombre de culturas, prácticas tradicionales o costumbres o incluso, del extremismo religioso, en su mayoría atribuyen a la mujer una posición social y un estatuto inferior a los hombres.

La violencia contra las mujeres surge de estructuras sociales basadas en la desigualdad entre los sexos y en relaciones asimétricas de poder, dominio, y control, en las que la presión social y familiar, está en el origen de la violación de un derecho fundamental como es el respeto de la integridad de la persona.

De la MGF se añade a la discriminación de la que son víctimas las mujeres y las niñas de las Comunidades en que se práctica.

Muchas de las comunidades subsaharianas inmigrantes residentes en Andalucía proceden de países donde esta práctica es tradicional y frecuente tales como Mauritania, República Democrática del Congo (ex Zaire), República del Congo (Congo Brazzaville), Malí, Guinea Conakry, Guinea Bissau, Senegal, Gambia, Nigeria, Burkina Faso, Costa de
Marfil, etc., y que las mujeres y niñas pertenecientes a estas comunidades africanas inmigrantes son potencialmente víctimas de tales prácticas.


Próximas entradas: (II) Consecuencias inherentes a la MGF, (III) Geografía del Dolor y (IV) Médicos del Mundo y MGF.


(1) MBITI, J. (1991): Entre Dios y el tiempo, Mundo Negro, Madrid, p.161.
(2) COELLO, I. (1999): “Marcadas por la tradición”, Meridiana, nº 12, p.33.